domingo, 30 de noviembre de 2014

Descubrí que es muy difícil empaquetarse a uno mismo desde dentro, pero el pretender ser enviado a una dirección concreta complica las cosas mas que nada porque hay que pensar al revés o en marcha atrás.....
Aquella mañana llamé a Seur para el envío de un paquete urgente, deje la llave a una vecina y empecé a empaquetarme de dentro a fuera, varias vueltas de plástico de bolitas, una caja tamaño natural, cartones, vueltas y vueltas con cinta de embalaje, una pajita para respirar y una espera angustiosa pues desde dentro apenas se pueden percibir los sonidos, una espera sin sonido, sin luz y con el agravante de haber desconectado la calefacción.
Los hechos se desarrollaron como una catarata, el transporte, los improperios por mi peso y el traqueteo rodeado de paquetes, (a pesar de que en el cartón que se suponía debía estar a la vista había puesto FRAGIL, jarrón chino peligro de rotura, mantener esta parte hacia arriba.

Otra vez los improperios sobre el peso de la maldita caja, unas escaleras, timbre y una discusión:
-¡Yo no he comprado esto!
-Pues yo no me lo llevo, deberá llamar.
(y venga a repetir la discusión con todas las variantes que os podaís imaginar)

Y por fin el chásquido de la puerta cerrándose tras de si.

Ahora silencio, unos pasos que se acercan que se alejan, noto una mano que palpa el paquete, lo sacude a ver si suena algo, por fin otros pasos y unas tijeras que van rasgando nerviosamente los cartones, se oye el desgarro y la luz empieza a esparcirse, a percibir el sonido de una canción, está atardeciendo y a través de los plásticos veo su silueta, está con un albornoz rosado aterrada, mirando fijamente con las tijeras en la mano.


Se acerca hacia mi con decisión, estoy atrapado entre los precintos y por un momento temo lo peor, clava las tijeras, roza mi piel y sigue liberándome de los cartones, libera mis ojos ahora la veo bien sin apenas poder moverme.....

-Así que te crees un 'Troyano' eh cabrón. Ahora verás lo que es bueno.

Dejó que el albornoz liberase sus hombros, dejándome ver el inicio de sus turgencias, hay mujeres que pueden destruirte con su mirada, el tembleque de piernas se hizo patente, mantener la dignidad inmovilizado entre cartones es difícil, luego llegó un beso en la boca de esos que se esparcen en los que llega un momemnto que no sabes donde estás, luego acercó su boca a mi cuello me hociqueó como una cría a su madre, notó el olor a excitación que me embargaba, dejó que cayese el albornoz como la lenta lava de un volcán, quedó arrugado a sus pies y siguió con su mirada punzante a los ojos.

Me estaba hundiendo con ella, se acercaba me besaba y se oía el chasquido de otro precinto que liberaba, poco a poco me iba devolviendo la movilidad con una lentitud agónica, se acercó a la prominencia que delatada mi máxima excitación y la dejó ahí envuelta con las dichosas bolitas de aire, las iba reventando con las uñas de los dedos con el roce justo, la habitación me volteaba las pierna ya no me sostenían, me besaba y me iba sacando prendas con las tijeras, cortando tela acariciando, me acercaba los pechos desnudos podía oler sus pezones, seguía besándome, gimiendo cerca de mi boca, dejé de nadar no podía bracear más y me dejé llevar por la corriente a la profundidad del deseo que me invadía.



Llamaron a la puerta, los de Seur esta vez fueron bastante mas groseros, me empaquetaron de nuevo cagándose en todo y me enviaron otra vez al remite, entre los cartones tirados por el suelo comprendí que es muy importante poner la dirección con buena letra, en mi dirección es escalera 8 no B, es decir que tendré en breve otro desempaque.      

domingo, 23 de noviembre de 2014

He despertado bruscamente con un beso de tus labios, no se si soñado, robado, recordado o vivido. 

Retumba un trueno en mi cabeza, palpitan las más lejanas venas al acorde de tambores, pensamientos a la carrera se agolpan impacientes. Cúmulos gigantes bien formados blancos como la nieve y brillantes como el sol, amontonados, resplandecientes se asoman entre las montañas y avanzan como un ejército, montan unos sobre otros, suben, crecen eliminando al anterior y van llegando al cenit como un castillo de plata reluciente. 

De la blanca masa de algodones gigantes, brotan fugaces los relámpagos con sordos rumores, la sangre oprime mis sienes mientras la artillería de tus besos golpea mi cuerpo, cubren el cielo y la luz que me envuelve se torna iriscente como si saliese de tus ojos marinos. Los trenes lejanos del fragor de mil batallas se apagan con nuevos rayos y luces grises.

La piel se me eriza y el frío aire me trae salitre sobre la cara pero huele a tierra húmeda, la niebla se apodera de la atmósfera y mis ojos se nublan ya siento las caricias tibias de tus labios como aplacantes gotas de lluvia resbaladizas, cataratas de sensaciones, que como un gigante descerebrado en lugar de matarme a puñetazos me azotase con su desgreñada cabellera.

Hay silencios y calmas antes del definitivo y angustioso concierto formado por tenebrosos aullidos del viento, ululando entre los árboles, lamentos angustiosos, chasquidos de ramas rotas y extrañas sensaciones antes del momento cúspide..... el inminente ataque final.

Se intuye el mayestático momento, el vacío que lo precede, la sinfonía de lejanas granizadas, las notas aflautadas del viento corriendo entre los troncos desnudos hasta que por fin bajo el huracán impetuoso, los árboles de doblan como pajes obedientes en señal de respeto y

las blancas sábanas colgadas se retuercen con formas fantasmagóricas. 

La naturaleza interpreta su atmosférico recital mientras por fin para evitar este suplicio tus besos me penetran la piel y mis poros se abren en carne viva para sentirte con dulzura. 

Cielo y tus ojos ya todo es uno y la lluvia desciende mezclada con la tierra y el mágico espectáculo de una tormenta vista en ella misma empieza y los truenos intentan asustar retumbando a través de sus altavoces gigantes de montañas.  

Rugidos que rasgan las nubes, chispas eléctricas que restallan en el espacio como un látigo gigante, iluminando por sorpresa bosques y montes oscuros, nubes rasgadas, la tela blanca de mi camisa abierta y tu boca acariciando mi pecho como una garra implacable hacia un destino incierto. 



El estruendo del grito de una garganta divina se diluye en la lejanía y el fragor se apaga lentamente la sensación de ese beso mágico que se ha depositado dulcemente, la lluvia disminuye, lloran los árboles sus últimas lágrimas, se abre un hueco luminoso y entra por él por fin la gloria de la luz

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