sábado, 30 de julio de 2016


Deslízate, rueda con potencia sobre los raíles,
con tu lengua sobre mi piel hasta que estalle en llamas, 
que me vista tu saliva y ya no sienta el frío, 
ni sienta las heridas.
Deja que veas en la distancia la preciosa curva del arco de mi bóveda.
Dirígete rápido hacia el ardiente túnel oscuro,
ávido de tu entrada triunfal,
que las ruedas oxidadas le den la fuerza necesaria, 
para penetrar con fragor,
rozando las paredes con suavidad,
codicio euforia sobre esta piel dormida.
Las máquinas ardientes rechinan,
recuerdan cuando te construyeron,
la destreza de los obreros,
colocando las piezas en los agujeros,
con herramientas manejadas con destreza
que se levantaban como plumas.
Deja en mi entrepierna el milagro latir, 
derrite el hielo del corazón suicida.
Avanza sin pausas, 
pon rumbo al abandono y báñate en sus playas que hoy mi mar esta embravecido,
Ruge entre las vías, retumba en el túnel,
Haz sonar tu bocina, grita, 
y pide el peaje,
tus caricias y besos de plata.
Codicio euforia sobre esta piel dormida





La noche va a ser muy larga, y el libro que he empezado a leer no me está gustando…

miércoles, 27 de julio de 2016

- Disculpe usted por tener que soportar todo mi peso sobre su espalda, pero ya ve que no puedo evitarlo. Siento una mole humana que me obliga a chafarla desde atrás hacia usted. ¡Quiero evitarlo pero no puedo hacer nada!

Quedó en el aire un aroma a canela cautivador, aquel rostro acalorado y anónimo usurpaba su espacio con irreverente cercanía. El hombro tenía la barbilla sobre su hombro desnudo.

- Lo siento, señor.

Se disculpó ella, debido a la molestia que le produjo intentar girarse y haber casi rozado su rostro con el del desconocido.

- Descuide, no es nada.

A pesar del traqueteo ensordecedor del vagón de metro en movimiento, su voz sonaba amplificada porque tenía su boca a escasos centímetros de su oído izquierdo.


---oooOooo---

Otra huelga castigaba a los sufridos ciudadanos, hacía una hora y media que no pasaba ningún metro hacia el centro de la ciudad. El andén estaba abarrotado, los rostros de la mayoría denotaban irritación. 
Ella se ubicó contra una de las paredes y se dedicó a mirar a los demás pasajeros, no tenía motivos para el malhumor, no tenía nada urgente que hacer excepto el relax que le suponía un buen baño en su apartamento.
Mientras aguardaba, jugaba a imaginarse cómo serían las pollas de los hombres que pasaban a su alrededor, grandes, cortas, delgadas, rectas, que tan duras .… Toda comparación la remitía a los patrones que ella conocía, de lo que estaba segura era de que ahora le apetecía llevarse uno a la boca. 
Notó que sus bragas volvían a humedecerse justo cuando la estridencia del claxon neumático de la cabecera del convoy provocó un alboroto intenso entre la gente agolpada en el andén buscando posicionarse para poder entrar.

Luego de un intenso e interminable chirrido metálico, se detuvo finalmente junto al andén. Estaba lleno a reventar, imposible que un solo pasajero más tuviese cabida. Bajaron solo seis personas, pero todos los vagones seguían repletos, a pesar de esto, la multitud se abalanzó como una estampida hacia las puertas para lograr entrar. Ella, confundida por la situación y envuelta en una marea de trabajadores, estudiantes y jubilados logró abordar uno de los coches. Literalmente arrastrada por esa ola humana. 

La presión sobre su cuerpo se le estaba haciendo insoportable cuando finalmente logró ubicarse contra una de las paredes laterales, Colocó sus antebrazos contra la pared para evitar el aplastamiento por la estampida que pasaba a sus espaldas, apretó los ojos y las mandíbulas y rogó que el tren se pusiera en marcha lo antes posible. Finalmente el vagón empezó su lento movimiento sobre los rieles. 

El flujo incesante de personas se detuvo, pero no quedaba espacio para desplazarse ni un solo milímetro. Ella sentía que si levantaba un pie del suelo, muy probablemente ya no podría volver a apoyarlo o que perdería su calzado. Respiró profundamente si procuraba no asfixiarse, sobreviviría y lograría llegar a casa para darse su merecido baño caliente. Aquel aliento a canela .....

Hasta ese momento no se había percatado del roce constante entre sus cuerpos debido al traqueteo y la prensa humana que colocaba a un desconocido prácticamente abrazado a su espalda

-¿Vuelve usted a casa?

Inquirió el desconocido como queriendo normalizar el momento, ya que estaba adherido literalmente, a ella le incomodaba sentirlo tan cerca y a la vez no poder verle ni tan siquiera el rostro, pero le resultaba divertido el azoramiento de su interlocutor. 

-Sí. pero puedes tratarme de tu, al fin y al cabo estamos tan pegados que podriamos ser siameses.

-¿Sales del trabajo?

El resoplido gélido de la canela tan cerca de su cuello y oreja, le provocaba un escalofrío cada vez que hablaba.

- Por cierto me llamo Damian, perdona que no te de la mano pero es que está aprisionada.

- Yo me llamo Mónica y si despego la mano de la pared, me temo que me aplastarán definitivamente.

- Tienes un nombre que me gusta, como esa trenza que me da en la cara 

Ambos rieron por la situación .... era curiosos porque al hablar Damián acercaba su boca y ella casi podía sentir sus labios en el lóbulo de la oreja, ese roce sensible era el único que se volvía evidente. A Mónica le perturbaba pero le gustaba por otra parte percibía en sus nalgas una dureza que la friccionaba al ritmo del constante trajinar del tren. Y le volvieron las inoportunas imágenes de los penes, provocando un pequeño espasmo entre los muslos, que intentó controlar para que no se hiciese evidente

- ¿Sabes? Yo vengo de trabajar tuve un día pésimo y ahora me encuentro con este horrible atasco. 

Un movimiento brusco hizo que su nariz se sumergiera entre su cabello dorado y sus labios le acariciaron los finos bellos de la nuca. Ella sintió un cosquilleo intenso en aquella zona. 

- Espero que no te moleste que me esté apoyando sobre tu espalda y tu culo pero no tengo lugar donde moverme. Espero que lo entiendas pero no puedo hacer otra cosa.

Para que estas palabras no fuesen oídas, acercó mas la boca a la oreja y la proximidad de sus cuerpos se acentuó, la estruendosa sonoridad metálica del tren y el hilo musical, convertían sus palabras en un diálogo totalmente privado a pesar de estar rodeados por cientos de personas aprisionadas en cuatro paredes con ruedas.

- No te preocupes entiendo lo incómodo de la situación. 

El aire acondicionado era insuficiente y Damián empezó a sudar. Como le resultaba imposible moverse con autonomía, relajó completamente su cuerpo y se dejó arrastrar por el movimiento oscilante del vagón y la prensa humana

- No quisiera que te enfadases porque pareces una chica comprensiva, pero mucho me temo que con este movimiento y… teniéndote tan cerca… se me esté poniendo un poco tiesa... lo siento y te pido perdón pero no puedo hacer nada …por favor no grites ni me pongas en evidencia que tengo mujer e hijos.

Ahora hablaba con la boca pegada a su nuca y se notaba totalmente agobiado.....
A Mónica se le escapo una sonrisa, le gustaba el azoramiento de su compañero accidental de viaje, ahora notó efectivamente entre sus nalgas a través de la tela una polla totalmente dura. Para contestar giró su cara y sus mejillas se rozaron por primera vez. 

- Tranquilo es una erección. Se produce por el estímulo nervioso, ya se que no depende de ti, no deja de ser un halago provocartela, aunque quizás podrías controlarla un poco, porque te confesaré que a mi tampoco me deja indiferente y vamos a acabar mal.....

Damián no podía creer lo que estaba viviendo, le fastidiaba no tener ni siquiera espacio para mover sus manos, con gusto la hubiese acariciado con dulzura, para agradecerle la comprensión. Pero apenas pudo mover las caderas lateralmente para intentar acomodar la tranca agarrotada entre las nalgas de su aprisionada amiga.
Mónica percibió como la dureza que crecía detrás, se abría lugar entre su trasero. En su mente recordó la imagen del falo de su exnovio completamente erecto y apuntando hacia arriba. Su memoria gustativa le hizo una mala pasada y le colmó la boca con aquel sabor intenso y sus glándulas salivales respondieron con una salivación inesperada.
Inconscientemente ella también acomodó sus caderas para que el bulto de aquel pasajero pudiera ajustarse mejor a su anatomía. Aquella voz volvió sobre la piel sensible de su nuca y el aliento a canela la invadió y la turbó por completo. Ahora era un susurro cercano que se alzaba apenas entre los chirridos histéricos del tren.

- Menos mal que no te incomoda, no sabes el peso que me quitas de encima porque me estoy excitando de verdad. 

Tenía la respuesta a aquella afirmación pero como tantas veces la boca fue más aprisa que el cerebro.

- Es que esa es mi zona sensible, por eso siempre me mojo cuando me rozan ahí.

- Uff… No me digas eso, no te imaginas como me estás poniendo.

- No si ya lo noto.

Sonrió ella.
Su nariz está vez sin recato se revolvió sobre el cabello dorado y con la punta de su lengua húmeda lamió la nuca de la chica.

-¿Entonces no te molesta demasiado mi erección?

Sentía el calor húmedo de su aliento rozándole la cervical, y el pulso creciente de aquella dureza entre sus nalgas... Su coño empezaba a sudar. Mónica tuvo que tomar aire antes de responder casi temblandole la voz.


-¿Qué me molesta qué…?

- Mi verga

- No, si te refieres a tu polla ahí frotándose contra mis nalgas me has hecho humedecer y de que manera.

Damián resopló con fuerza batiendo los finos cabellos sueltos que rodeaban el nacimiento de aquella trenza inmaculada.

- Hacía tiempo que no me la notaba tan dura.

Confesó en un resoplido inaudible para su multitudinario entorno. Luego, bajó un poco más la voz y lo que balbuceó a continuación fue inaudible hasta para ella

- ¿Cómo… cómo dices?

Pero no hubo respuesta, solo más resoplidos calientes sobre la nuca. También sintió que la presión sobre su espalda cedía levemente. También oyó la voz de su compañero de viaje que se disculpaba con alguien más. Luego sintió algo que nunca antes había sentido. Una punta roma la embistió desde atrás. Justo a la altura de su intimidad. Justo en la puerta de su coño totalmente inundado.

A partir de aquel momento, Mónica odió al desarrollo de la industria textil que había logrado desarrollar géneros de alta resistencia, como el de su pantalón deportivo.
Al percibir la embestida separó levemente los muslos y sintió como aquel instrumento friccionaba contra su trasero.

- Ahora aprisionalo fuerte si quieres sentirlo.

Ordenó el hombre sin rostro pegado a su espalda.

- ¿Así?

Damián volvió a depositar todo el peso de su cuerpo contra el de ella. Apoyó el mentón sobre su hombro dejando la boca a la altura de su oreja. La verga entraba y salía de su propia vaina apresada entre los cálidos muslos, el culo y la vulva de ella. Por su parte, ella recibía una estimulante y cálida fricción en toda la zona del perineo –y en especial en su zona más sensible– que hacía que su vagina húmeda comenzara a exudar nuevamente sobre su ropa interior.
Damian ya jadeaba en su oido y le preguntó si le gustaba.

-Yo… eh… ufff.

Mónica, que también se había abandonado al goce que le proporcionaba aquel estímulo, hubiese preferido no dialogar… 
pero le pareció una falta de cortesía no responder:

-También aprendí sobre… ¡ah!… sobre el semen. El aroma… ah… ah… el sabor, y… ¡Ay!

Tuvo que ahogar un gemido cuando un movimiento brusco del tren provocó un roce fuerte por detrás… 

–Ah Damián … ah… me estás tocando mi zona sensible, y noto tu polla, está… ah… está caliente, noto su temperatura que me abrasa ahí....

Por un momento perdió la noción de lo que ocurría alrededor: La gente se agolpaba hasta lo imposible; el ruido agudo de los frenos neumáticos y el roce violento de los metales; aquel aliento mentolado en su nuca… Sintió que no le faltaba mucho para acabar. Sería la misma sensación que cuando jugaba con sus deditos en la soledad del lecho, o en casa de la señorita Larsson. Pero hubo dos cambios sorpresivos que la devolvieron a la realidad.
Todavía no había llegado esa sensación de haberse orinado encima, como cuando los efluvios de oliva y canela emanaban con fuerza de su interior. Sabía que todavía no había llegado el momento, su momento, sin embargo, ahora mismo sentía su entrepierna completamente empapada: algo caliente le estaba mojando el culo… El culo, los muslos, el sexo, todo. Algo la estaba empapando. Y no era nada que la industria textil pudiera contener, al menos, con sus deportivos y su braga.

La segunda sorpresa fue que toda la masa de gente que había permanecido inerte durante el viaje, comenzaba a agitarse convulsivamente a su alrededor. 
El tren se había detenido y los pasajeros se agolpaban para descender. El hombre sin rostro que la acompañó a sus espaldas durante el viaje había desaparecido. Aunque antes de esfumarse, había regado profusamente el tibio nido de Mónica con su semilla caliente.

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